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Lo siento Emma, pero "He for She" está jodido para los hombres

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Hasta que las feministas reconozcan la discriminación hacia los hombres, el movimiento por la igualdad de género seguirá incompleto

“La igualdad de género también es su problema”. Ese fue el mensaje para los hombres que Emma Watson, la estrella de Harry Potter y ahora embajadora de la buena voluntad de las Naciones Unidas, dio en su ampliamente conocido discurso en la ONU anunciando una nueva campaña feminista con “una invitación formal” para que los aliados masculinos se unan.

Notando que los hombres son víctimas del sexismo a su modo, Watson preguntó, “¿Cómo podemos esperar un cambio en el mundo cuando solo la mitad es invitado o se siente bien recibida para participar en la conversación?”. Nunca se han dicho palabras tan ciertas. Lo malo es que son desmentidas por la misma campaña, la cual es llamada “Él por Ella” y pide a los hombres que prometan “tomar acciones contra todas las formas de violencia y discriminación que enfrentan las mujeres y niñas” pero no dice nada sobre los problemas que afectan a los hombres y a los niños.

Watson claramente cree que el feminismo (el cual subrayó que se trata sobre igualdad y no sobre atacar a los hombres) también resolverá los problemas de los hombres. Pero, desafortunadamente, el feminismo en su forma actual también ha ignorado demasiado a menudo los sesgos sexistas contra los hombres, y algunas veces incluso ha contribuído a ellos. Hasta que eso cambie, el movimiento por la igualdad de géneros estará incompleto.

Tomemos uno de los temas que Watson mencionó en su discurso: viendo el rol de su padre divorciado como un padre “valorado menos por la sociedad” que su madre. Es verdad que entre los 70s y los 80s, el feminismo desafió a la discriminación y las leyes específicas sobre el sexo ayudaron a terminar con las preferencias hacia la madre en asuntos de custodia (NOTA: En México la preferencia legal hacia la madre sobre el padre para obtener la custodia de los hijos únicamente por ser mujer recién se modificó en el 2014 pero no será aplicable sino hasta el 2015, es decir, tras una separación, en México, la custodia del hijo o hija la tiene la mujer por el simple hecho de ser mujer y considerarse al hombre como incapacitado para criar a un hijo o hija por el simple hecho de ser hombre).

Pero cuando los padres comenzaron a luchar contra los prejuicios anti masculinos encubiertos en el sistema judicial, la mayoría de las feministas se pusieron del lado de las madres.

Existen muchos otros ejemplos. Los movimientos femeninos han luchado, y con toda la razón, por más atención social a la violencia doméstica y sexual. Pero los hombres víctimas de esos crímenes aún tienden a obtener poca atención de los medios y activistas. A pesar de que muchos casos de agresión donde las víctimas eran niñas adolescentes fueron muy sonados, otros casos perturbadores donde las víctimas eran niños agredidos por otros niños o niñas recibieron mucho menos publicidad y levantaron poco polvo.

Varios experimentos han demostrado que mientras la gente interviene de forma rápida cuando un hombre en una discusión pública ataca físicamente a su novia, las reacciones hacia una situación con los géneros invertidos pueden ir desde la indiferencia hasta tomarse como algo divertido o incluso sentir simpatía por la mujer.

En gran parte, como varias feministas lo señalan, estas actitudes provienen de normas tradicionales de género las cuales tratan al victimismo, especialmente a manos de mujeres, como algo impropio de un hombre. Pero la corriente principal del feminismo de ahora, el cual considera a las agresiones sexuales y la violencia doméstica como subproductos del poder masculino sobre las mujeres, tiende a reforzar en lugar de desafiar ese doble criterio.

Apenas hace unos días, muchas comentaristas feministas mostraron un gran resentimiento sobre las sugerencias de que la estrella de futbol soccer femenino Hope Solo, actualmente enfrentando cargos por agredir a su hermana y a su sobrino adolescente, merece el mismo castigo que el jugador de futbol americano Ray Rice, quien fue grabado en video golpeando a su entonces prometida. Su argumento se reduce a la afirmación de que la violencia de los hombres hacia sus parejas femeninas debe ser atacado porque es un problema mayor que la violencia femenina hacia miembros de su familia.

Mientras tanto, en la nativa Inglaterra de Watson, activistas de organizaciones de mujeres se quejaron de que hay escasez de servicios para mujeres agredidas debido a los esfuerzos que se realizan para acomodar hombres agredidos (pese al hecho de que, tal y como la columnista y blogera del Guardian Ally Frog demostró, incluso las estimaciones más bajas de prevalencia de violencia doméstica contra los hombres sugieren que las víctimas masculinas tienen menos probabilidades de recibir ayuda que las mujeres)

Watson merece crédito por querer terminar con la idea de que “Luchar por los derechos de la mujer es sinónimo de odiar a los hombres”. Pero no puede hacer eso si trata tales nociones solo como estereotipos injustos. ¿Por qué no abordar el tema de las feministas a quienes no les gusta que les pidan “modificar su lenguaje para no herir los sentimientos de los hombres” cuando se habla de la misoginia (por ejemplo que no generalicen diciendo que todos los hombres son opresores, o aquellas que argumentan “matar a todos los hombres” o “Me baño en lágrimas masculinas” o que las camisetas son una excelente forma de celebrar el empoderamiento de las mujeres y separar a los “tipos cool” que entienden la broma de los “idiotas”, o aquellas que acusan a una mujer feminista de “culpar a la víctima” por defender a su hijo contra una acusación de agresión sexual)?

En efecto, los hombres deben “sentirse bienvenidos a participar en la conversación” sobre temas de género. Pero muy pocos lo harán si esa “conversación” equivale a que les digan “cállate y escucha” mientras las mujeres hablan de las horribles cosas que los hombres le hacen a las mujeres, y a que les etiqueten de misóginos por atreverse a señalar que también a los hombres les suceden cosas malas y que las mujeres no siempre son las inocentes víctimas en conflictos de género.

Una conversación real debe permitir que los hombres hablen no únicamente de temas aprobados por las feministas como los estereotipos de género que les impiden expresar sus sentimientos, sino también sobre temas más controversiales: acusaciones de violación falsas; políticas de acoso sexual que penalizan selectivamente a los hombres por bromas inocuas; carencia de opciones para evitar la paternidad no deseada una vez que la concepción ha ocurrido.

Tal conversación debería tomar en cuenta también que la presión que tienen los hombres para tener éxito no viene únicamente “del patriarcado” sino, a menudo, también de las mujeres. E incluiría una discusión honesta sobre la paternidad, incluyendo la renuencia de muchas mujeres a ceder o compartir la custodia de los hijos.

No hace falta decir que estos son “problemas del primer mundo”. Para ser honestos en muchos países alrededor del mundo las mujeres aún no gozan de los derechos básicos y el patriarcado permanece muy real (aunque vale la pena señalar que, incluso en esos lugares, los hombres y los niños a menudo tienen que hacer frente a dificultades específicas de género que van desde el reclutamiento forzado para la guerra hasta la violencia de masas que singulariza a los hombres).

Pero en las democracias industriales de Norte América y Europa, la revolución de los derechos de las mujeres sobre el siglo pasado ha sido un éxito impresionante; y, mientras todavía queda mucho por hacer, debe incluir al otro lado de esa revolución.

No un “él por ella”, sino “ella y él por nosotros”

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