Había una anotación en el libro de mi padre que parecía un punto clave en su investigación y en su vida. Era más larga que las otras de esas mismas fechas, y aparecía tras un lapso de siete meses sin ninguna entrada. Aunque las notas eran, en general, detalladas, no se puede decir que fuera un escritor de diarios muy dedicado, y el estilo variaba de las anotaciones telegráficas a las descripciones fluidas. Además, descubrí que él mismo había arrancado muchas páginas del grueso libro, ocultando así mi pequeño crimen. Christian nunca habría echado en falta la página. En resumen, parecía que mi padre había usado el libro de notas y las silenciosas horas de escritura para hablar consigo mismo. Una manera de aclarar sus propias ideas.
Esa entrada en cuestión estaba fechada en septiembre de 1935, poco después de nuestro encuentro con el Brezo. Tras leerla por primera vez, recordé aquella época, y descubrí que yo sólo tenía ocho años.
Wynne-Jones llegó después del amanecer. Caminamos por el sendero sur, y examinamos los drenajes de flujo en busca de síntomas de actividad mitago. Luego, otra vez a casa. No hay nadie, lo que conviene a mi estado de ánimo. Un día otoñal, frío y seco. Como el año pasado, las imágenes del Urscumug son más fuertes en los cambios de estación. Quizá sienta el otoño, la muerte del verde. Se acerca más, y los robles le susurran. Debe de estar cerca del génesis. Wynne-Jones cree necesario más tiempo de aislamiento, y hay que hacerlo. Jennifer, preocupada y disgustada por mis ausencias. Me siento impotente…., no puedo contárselo. Debo hacer lo que debo hacer.
Ayer, los niños vieron al Brezo. Creí que había sido reabsorbido. .. Obviamente, la resonancia es más fuerte de lo que pensábamos. Al parecer, frecuenta el lindero del bosque, como yo esperaba. Le he visto muchas veces en el sendero, pero no desde hacía más o menos un año. La persistencia es preocupante. Los dos chicos están turbados por la visión. Christian, menos emocional. Creo que no significó nada para él, quizá un cazador furtivo, o alguien del pueblo tomando un atajo para ir a Grimiey. Wynne-Jones sugiere que vayamos al bosque y atraigamos al Brezo, quizá al claro del cerro, donde puede quedarse en el vórtice fuerte de robles y, eventualmente, desaparecer. Pero sé que penetrar profundamente en el bosque nos costará más de una semana, y la pobre Jennifer ya está bastante deprimida por mi comportamiento. Por mucho que lo desee, no puedo explicárselo. Tampoco quiero involucrar a los niños en esto, y me preocupa que ya hayan visto dos mitagos. He inventado criaturas mágicas del bosque, cuentos para ellos. Espero que asocien lo que vean con productos de su propia imaginación. Pero debo tener cuidado.
Hasta que todo esté resuelto, hasta que el mitago Urscumug se forme del bosque, no puedo dejar que nadie sepa lo que he descubierto, excepto Wynne- Jones. Es esencial que la resurrección sea completa. El Urscumug es el más poderoso, porque es el primario. Estoy seguro de que el bosque de robles le retendrá, pero otros pueden tener miedo del poder que, desde luego, sentirían, y acabar con él. No quiero pensar lo que pasaría si este bosque fuera destruido..., pero no puede vivir eternamente.
Jueves: Hoy, entrenamiento con Wynne-Jones: test pauta 26: iii, hipnosis superficial, medio ambiente luz verde. Cuando el puente frontal alcanzó los sesenta voltios, pese al dolor, el flujo a través de mi cráneo fue el más poderoso que he sentido. Ahora estoy completamente seguro de que cada hemisferio del cerebro funciona de una manera ligeramente diferente, y de que la consciencia oculta está situada en el derecho. ¡Lleva tanto tiempo perdida...! El puente de Wynne-Jones permite una comunicación superficial entre los campos que rodean cada hemisferio, y la zona del premitago resulta potenciada. ¡Si hubiera alguna manera de explorar el cerebro vivo para averiguar dónde yace exactamente esa presencia oculta...!
Lunes: Las formas de los mitagos se arremolinan todavía en mi visión periférica. ¿Por qué nunca delante? Después de todo, estas imágenes irreales son simples reflejos. La forma de Hood era ligeramente diferente, más marrón que verde, el rostro menos amistoso, más inquieto, demacrado. Desde luego, esto se debe a que las anteriores imágenes (incluso el mitago de Hood que se formó en el bosque hace dos años) estaban afectadas por mis propias confusas imágenes infantiles, sobre el arquero y sus alegres camaradas. Ahora, la evocación del premitago es más poderosa, alcanza la forma básica, sin interferencias. La forma de Arturo también era más real, y atisbé varias formas cenagosas de finales del primer milenio después de Cristo. También un rastro de una presencia inquieta que me pareció una especie de figura nigromántica de la Edad del Bronce. Un momento aterrador. El guardián del Sepulcro del Caballo ha desaparecido, el sepulcro está destruido. ¿Por qué? El cazador estuvo otra vez en la Hoya del Lobo. Los restos de la hoguera eran recientes. También encontré rastros del shamán neolítico, el cazador-artista que deja extraños dibujos dé color rojo ocre en árboles y rocas. Wynne-Jones querría que investigase a estos héroes populares, olvidados y desconocidos, pero yo estoy ansioso por encontrar la imagen primaria.
El Urscumug se ha formado en mi mente con la forma más clara que le he visto. Atisbos del Brezo en esa forma, pero es más viejo, y mucho, mucho más grande. Se cubre con madera y hojas, sobre las pieles de animales. El rostro parece manchado de arcilla blanca, que forma una máscara sobre las exageradas facciones. Es difícil verle claramente la cara. ¿Una máscara sobre una máscara? El pelo es una masa de púas erizadas y rígidas. Las ramas de espino que lleva en la cabeza le dan una apariencia de lo más extraño. Creo que lleva una lanza, con una ancha hoja de piedra..., un arma de aspecto aterrador, pero también difícil de ver. Esta imagen primaria es tan vieja que está desapareciendo de la mente humana. También parece confuso. La superposición de interpretaciones culturales posteriores sobre cómo fue su aspecto... Más que nada toques de bronce, sobre todo en los brazos (torques). Sospecho que la leyenda del Urscumug era tan poderosa como para imponerse durante todo el neolítico, hasta bien entrado el segundo milenio antes de Cristo, quizá más avanzado. Wynne-Jones cree incluso que el Urscumug puede datar de antes del neolítico.
Ahora, es esencial pasar tiempo en el bosque, permitir que el vórtice interactúe conmigo para formar el mitago. Saldré de casa la semana que viene.
Sin comentar nada sobre los párrafos que acababa de leer, tan extraños como confusos, pasé las páginas del diario y leí anotaciones aquí y allá. Recordaba claramente el otoño de 1933, cuando mi padre preparó un gran macuto y se internó en el bosque, caminando raudo para alejarse de los gritos histéricos de mi madre. Le acompañaba su menudo amigo científico, un hombre de rostro amargado que no parecía reconocer la presencia de nadie aparte de mi padre, y que siempre daba la impresión de sentirse avergonzado en casa cuando venía de visita.
Nuestra madre no dijo una palabra el resto del día, y no hizo otra cosa que permanecer sentada en su dormitorio, llorando de vez en cuando. Christian y yo estábamos tan turbados por su comportamiento que, aquella tarde, nos adentramos en el bosque todo lo que nos permitió el valor para llamar a nuestro padre. Al final, el silencio sombrío, y los bruscos ruidos que lo rompían de cuando en cuando, nos hicieron perder la calma. Volvió semanas más tarde, desgreñado y apestando como un vagabundo. La anotación de su libro, fechada pocos días después, era breve: la amarga constatación de un fracaso. No había pasado nada. Sólo unos párrafos, garabateados a toda prisa, me llamaron la atención.
El proceso mitogenético no sólo es complejo, sino también reluctante. ¡Soy demasiado viejo! El instrumental sirve de ayuda, pero una mente más joven podría conseguirlo sin él, estoy seguro. ¡La sola idea me da pánico! Además, mi mente no descansa. Y, como ha explicado Wynne-Jones, es probable que mis preocupaciones humanas creen una barrera efectiva entre los dos flujos de energía mitopoética en mi córtex: la forma del cerebro derecho y la realidad del izquierdo. La zona premitago no tiene suficiente alimentación con mi energía vital para interactuar con el vórtice de robles.
Yo también temo que la desaparición natural de tanta vida del bosque esté afectando a la conexión. Los jabalíes están ahí, lo sé. Pero quizá el número de vidas es crítico. Calculo que no habrá más de cuarenta, moviéndose dentro del vórtice espiral constreñido por los fresnos al círculo de robles. Hay unos pocos ciervos y lobos, aunque el animal más importante, la liebre, frecuenta a menudo los límites del bosque. Pero quizá la falta de mucha de la vida que hubo aquí en el pasado ha desequilibrado la fórmula..., aunque, durante la existencia primaria del bosque, la vida fue cambiando. En el siglo XIII había gran cantidad de vida botánica ajena a la ley matrix, en lugares donde todavía se formaban mitagos. La forma de los mitos humanos cambia, se adapta, y las formas más recientes son las que se generan con más facilidad.
Hood ha vuelto. Como todos los inmaduros, es una molestia, y se le ve muchas veces por la zona de los riscos, alrededor del claro del cerro. Me disparó. ¡Esto empieza a preocuparme! Pero no consigo enriquecer suficiente el vórtice de roble con el premitago del Urscumug. ¿Cuál es la respuesta? ¿Tratar de adentrarme más? ¿Encontrar el bosque salvaje? Quizá el recuerdo sea demasiado remoto, quizá esté demasiado enterrado en zonas silenciosas del cerebro. Quizá ya no alcance a los árboles.
Christian me vio fruncir el ceño al leer esta confusión de palabras e imágenes.
¿Hood? ¿Robín Hood? ¿Y alguien, el tal Hood, que disparaba contra mi padre en el bosque? Eché un vistazo a mi alrededor, al estudio, y vi la flecha con punta de hierro en su caja de cristal, larga y estrecha, colgada sobre la de mariposas del bosque. Christian hojeaba las páginas del libro de notas, después de haber pasado casi toda una hora en silencio, mirándome leer. Él estaba sentado sobre el escritorio. Yo, en el sillón de nuestro padre.
-¿De qué va todo esto, Chris? Parece como si hubiera intentado hacer copias de los héroes de los libros.
-Copias, no, Steve. Los auténticos. Aquí. Lee esto para terminar, luego te lo explicaré con palabras aptas para profanos.
Era una anotación anterior, sin año, sólo con día y mes, aunque evidentemente databa de años antes de la entrada correspondiente a 1933.
Yo llamo a esos momentos concretos «conexiones culturales»; forman zonas, delimitadas por el espacio, claro, por los límites del terreno, pero también delimitadas por el tiempo, algunos años, quizá una década, cuando las dos culturas -la del invasor y la del invadido- se encuentran en un estado de gran angustia. Los mitagos surgen de la fuerza del odio, del temor, y se forman en los bosques naturales de los que luego pueden emerger -como Arturo, o la forma Artúrica, el hombre-oso con su liderazgo carismático- o permanecer en su ambiente natural, estableciendo un foco oculto de esperanza: la forma Robín Hood, quizá Hereward. Y, por supuesto, la forma heroica que yo llamo el Brezo, que hostigó a los romanos en tantos lugares del país. Supongo que es la emoción combinada de dos razas la que crea al mitago. Pero, evidentemente, éste se alía con la cultura cuyas raíces llevan más tiempo establecidas, en lo que yo creo puede ser una especie de ley matrix; así, Arturo se forma, y ayuda a los britanos contra los sajones; pero, más tarde, Hood es creado para ayudar a los sajones contra el invasor normando.
Cerré el libro y sacudí la cabeza. Las frases eran confusas, me dejaban perplejo. Christian sonrió, tomó el libro y lo sopesó entre las manos.
-Años de su vida, Steve. Pero sus anotaciones no son lo que se dice detalladas. Se pasó años sin escribir nada, y luego hay notas de cada día del mes. Y arrancó muchas páginas. No sé dónde puede haberlas escondido.
Al decir esto, frunció ligeramente el ceño.
-Necesito un trago de algo. Y unas cuantas definiciones.
Salimos del estudio. Christian llevaba el libro de notas. Al pasar junto a la flecha enmarcada, la miré más de cerca.
-¿Dice que el auténtico Robín Hood le disparó con esto? ¿También mató a Guiwenneth?
-Depende -respondió Christian, pensativo-. Depende de lo que entiendas por «auténtico». Hood vino a ese bosque de robles, y quizá siga ahí. Yo creo que sí. Como habrás notado, estaba ahí hace cuatro meses, cuando mató a Guiwenneth. Pero hubo muchos Robín Hood, todos igual de reales o de irreales, creados por el pueblo sajón cuando sufrió la opresión del invasor normando.
-No entiendo nada, Chris. ¿Qué es una ley matrix? ¿Y un «vórtice de robles»? ¿Significan algo?
Mientras bebíamos whisky con agua en la sala de estar, viendo cómo caía la noche, el patio que se extendía más allá de la ventana se convirtió en una masa gris de formas sin rasgos distinguibles. Christian me explicó que un hombre llamado Alfred Watkins había visitado a nuestro padre en muchas ocasiones, y le había mostrado en un mapa del país algunas líneas rectas que conectaban lugares de poder espiritual, o antiguo; los túmulos, piedras e iglesias de tres culturas diferentes. A estas líneas las llamaba «leys», y creía que eran una forma de energía terrestre que discurría por el subsuelo, pero influenciaba todo aquello que se alzaba sobre ellas.
Mi padre pensó mucho sobre las leys y, al parecer, trató de medir la energía de los terrenos del bosque, aunque sin éxito. Pero, aun así, midió algo en el bosque de robles: una energía asociada con toda la vida que crecía allí. Había encontrado un vórtice espiral alrededor de cada árbol, una especie de aura, y esas espirales no sólo se ceñían a los árboles, sino que delimitaban grupos enteros de árboles, incluso claros.
Con los años, consiguió hacer un mapa del bosque. Christian sacó el mapa, y volví a mirarlo, pero desde un punto de vista diferente: empezaba a comprender las marcas que había señalado el hombre que pasó tanto tiempo en los territorios allí reflejados. Había círculos dentro de círculos, cruzados y divididos por líneas rectas, algunas de las cuales coincidían con los caminos que llamábamos sendero sur y sendero profundo. Las letras CC en medio de una gran zona del bosque, se referían claramente al «claro del cerro» que había allí, una explanada, que ni Christian ni yo habíamos conseguido encontrar nunca. Había lugares marcados como «roble espiral», «zona del fresno muerto», «pasaje oscilante»...
-El viejo creía que todos los seres vivos están rodeados por un aura energética. Con determinada luz, el aura humana se puede ver, es un ligero brillo. En estos bosques antiguos, los «bosques primarios», el aura combinada forma algo mucho más poderoso, una especie de campo creativo que puede interactuar con nuestro subconsciente. Y en el inconsciente es donde llevamos lo que él llama
«premitago».
»Un mitago es un mito imago, la imagen de la forma idealizada de una criatura mítica. En un medio ambiente natural, la imagen adquiere sustancia, carne sólida, sangre, ropa... y, como has visto, armas, La forma del mito idealizado, de la figura heroica, se altera con los cambios culturales. Asume la identidad y la tecnología de cada tiempo. Según la teoría de nuestro padre, cuando una cultura invade a otra, los héroes se manifiestan. ¡Y no sólo en un lugar concreto! Los historiadores y los investigadores de leyendas populares discuten sobre si Arturo de los Britanos y Robin Hood vivieron y lucharon de verdad, y no se dan cuenta de que vivieron en muchos lugares.
»Otro hecho importante que debemos recordar, es que cuando la imagen mental del mitago se forma, lo hace en toda la población..., y que, cuando ya no resulta necesaria, permanece en nuestro subconsciente colectivo y se transmite de generación en generación.
-Y la forma cambiante del mitago -le interrumpí para ver si había comprendido algo de la lectura fraccionada de las notas-, se basa en un arquetipo, una imagen primaria arcaica que él llamaba Urscumug, del que surgen todas las formas posteriores. Él intentó extraer al Urscumug de su propia mente consciente...
-Y no lo consiguió -terminó Christian-, aunque no porque dejara de intentarlo. El esfuerzo le mató. Le debilitó tanto que su cuerpo no pudo seguir el ritmo. Pero, desde luego, consiguió crear un buen montón de adaptaciones más modernas del Urscumug.
¡Había tantas preguntas que hacer, tantas cosas que requerían una aclaración...! Pero una era más importante que las demás.
-Si he entendido bien estas notas, hace mil años era todo el país el que necesitaba un héroe, una figura legendaria que defendiera la justicia. ¿Cómo pudo proyectar la misma pasión un solo hombre? ¿Cómo pudo provocar la interacción? Desde luego, no basta con la angustia familiar que nos causó a nosotros y a sí mismo. Como él mismo dice, eso turbaba su mente y le impedía funcionar correctamente.
-Si existe una respuesta -dijo tranquilamente Christian-, hay que buscarla en el bosque, quizá en el claro del cerro. Según las notas del viejo, hace falta un período de soledad, de meditación. Ya llevo un año siguiendo al pie de la letra su ejemplo. Inventó una especie de puente eléctrico que, al parecer, funde elementos de los dos hemisferios del cerebro. He utilizado muchas veces su equipo, con y sin él. Pero ya encuentro imágenes, premitagos, que se forman en mi visión periférica, sin el complicado programa que él utilizaba. Fue el pionero. Su interacción con el bosque facilita las cosas para los que llegamos tras él. Además, yo soy más joven. El viejo creía que eso podía ser importante. Ya he conseguido cierto éxito. Tarde o temprano, completaré su trabajo. Crearé al Urscumug, el héroe de los primeros hombres.
-¿Para qué, Chris? -pregunté con toda la serenidad que pude.
Sinceramente, no veía el objetivo de jugar con las antiguas fuerzas que habitaban tanto en el bosque como en el espíritu humano. Era evidente que a Christian le obsesionaba la idea de dar vida a esas formas muertas, de terminar lo que el viejo había empezado. Pero ni leyendo las notas ni hablando con Christian había captado yo una sola palabra sobre por qué aquella monstruosidad de la naturaleza era tan importante para los que se dedicaban a estudiarla.
Christian tenía una respuesta. Cuando me la dijo, su voz sonaba hueca, marcada por la incertidumbre, con el estigma de la falta de convicción en la verdad de lo que decía.
-Para estudiar los primeros tiempos del hombre, Steve. A través de estos mitagos, podemos aprender muchísimo sobre cómo eran y cómo querían ser nuestros antepasados: las aspiraciones, las visiones, la identidad cultural de una época tan lejana que hasta sus monumentos en piedra nos resultan incomprensibles. Para aprender. Para comunicarnos con esas persistentes imágenes de nuestro pasado que todos llevamos dentro.
Dejó de hablar, y se hizo un breve silencio, interrumpido tan sólo por el pesado sonido rítmico del reloj.
-No me convences, Chris -dije.
Por un momento, creí que iba a gritarme, furioso. Se le enrojeció el rostro, y todo su cuerpo se tensó, airado por mi tranquilo rechazo de su excusa. Pero el fuego se mitigó. Frunció el ceño, y me miró casi impotente.
-¿Qué quieres decir?
-Que son palabras bonitas. Ni tú te las crees. No eres convincente. Tras un momento, pareció aceptar cierta verdad en lo que yo decía.
-Entonces, quizá mi convicción haya desaparecido, quizá esté enterrada bajo... bajo lo otro. Guiwenneth. Ahora, ella se ha convertido en el motivo principal para que vuelva allí.
Recordé sus duras palabras de apenas unas horas antes, sobre que la muchacha no tenía vida, aunque sí un millar de vidas. Lo comprendí al momento, y me pregunté cómo me había costado tanto entender algo tan obvio.
-También era un mitago -dije-. Ahora te entiendo.
-Guiwenneth era el mitago de mi padre, una chica de los tiempos romanos, una manifestación de la diosa Tierra. La joven princesa guerrera que, gracias a su propio sufrimiento, consigue unir a todas las tribus.
-Como la reina Boadicea -señalé.
-Boudicca -me corrigió Christian, antes de negar con la cabeza-. Boudicca fue un personaje histórico, aunque buena parte de su leyenda se inspiró en mitos e historias de Guiwenneth. No se recuerda ninguna leyenda sobre Guiwenneth. En su tiempo y en su cultura, sólo existía la tradición oral. Nunca se escribía nada. Pero tampoco hay referencias a ella de ningún observador romano, o cronista cristiano posterior. El viejo creía que las primeras leyendas sobre la reina Ginebra pudieron surgir en parte de las leyendas olvidadas. La memoria popular la ha olvidado...
-¡Pero la memoria oculta, no! Christian asintió.
-Exacto. Su historia es muy antigua, muy familiar. Las leyendas sobre Guiwenneth surgen de historias procedentes de culturas previas, quizá del período posglacial... ¡o de tiempos del mismísimo Urscumug!
-¿Y todas las formas previas de la chica estarán también en el bosque? Christian se encogió de hombros.
-El viejo nunca vio ninguna, y yo tampoco. Pero deben de estar ahí.
-¿Y cuál es su historia, Chris?- Me miró de una manera extraña.
-Es difícil decirlo. Nuestro querido padre arrancó de su diario las páginas relativas a Guiwenneth. No sé por qué, ni dónde las escondió. Sólo sé lo que me contó. -Sonrió -. Es hija de la más joven de dos hermanas y de un guerrero que vivía en un campamento secreto, en el bosque. La hermana mayor era la esposa de uno de los invasores. Estéril, celosa, robó a su sobrina. La niña fue rescatada por nueve halcones, o pájaros similares, enviados por su padre. Creció en comunidades forestales de todo el país, bajo la custodia del Señor de los Animales. Cuando tuvo edad suficiente, volvió, despertó al espíritu de su padre guerrero, y expulsó a los invasores.
-No es mucho.
-Sólo tengo ese fragmento -asintió Christian-. También hay algo sobre una piedra brillante en un valle que respira. Todo lo de-más que el viejo descubrió sobre ella, o quizá gracias a ella, lo destruyó.
-¿Por qué?
Por un momento, Christian no dijo nada.
-De todos modos -siguió luego-, las leyendas de Guiwenneth inspiraron a muchas tribus a tomar la ofensiva contra el invasor, tanto fueran wessex, o sea, Edad del Bronce, Stonehenge y todo eso; celtas belgas, o sea, Edad del Hierro; o romanos. -Su mirada se perdió en el infinito-. Y entonces ella se formó en este bosque, y yo la encontré, y me enamoré. No era violenta, quizá porque el viejo no podía imaginar a una mujer violenta. Le impuso sus esquemas, la desarmó, la dejó indefensa en el bosque.
-¿Durante cuánto tiempo la conociste? -pregunté. Christian se encogió de hombros.
-No sabría decirlo, Steve. ¿Cuánto tiempo he estado fuera esta vez?
- Unos doce días.
-¿Tan poco? -Parecía sorprendido-. Creí que habrían sido más de tres semanas.
Es posible que la conociera durante muy poco tiempo, pero a mí me parecieron meses. Viví en el bosque con ella, tratando de comprender su idioma, tratando de enseñarle el mío, hablando mediante gestos, mas siempre con intensidad. Pero el viejo nos persiguió hasta el corazón del bosque, hasta el fin. No podía permitírnoslo. Era su chica, estaba tan enamorado de ella como yo. Un día, le encontré exhausto y muy asustado, medio enterrado en hojas, en las afueras del bosque. Le llevé a casa, pero, antes de un mes, murió. Por eso te dije que había tenido motivos para atacarme. Le quité a Guiwenneth.
-Y luego, te la quitaron a ti. La mataron.
-Sí, pocos meses más tarde. Estaba demasiado contento, demasiado tranquilo. Te escribí porque tenía que hablarle a alguien sobre ella... Evidentemente, fue demasiado para su destino. Dos días más tarde, la encontré en un claro, moribunda. Quizá habría vivido si le hubiera llevado ayuda médica al bosque, si la hubiera dejado allí. Pero la saqué del bosque, y murió.
Me miró, y la expresión de tristeza se endureció hasta transformarse en resolución.
-Pero, cuando vuelvo al bosque, su imagen mítica tiene una Oportunidad de formarse a partir de mi subconsciente. Será más dura que la versión de mi padre, pero puedo recuperarla, Steve. Si busco lo suficiente, si doy con esa energía por la que preguntabas, si puedo adentrarme lo necesario en el bosque, hasta ese vórtice central que...
Volví a mirar el mapa. Concretamente, el campo espiral que rodeaba el claro del cerro.
-¿Y cuál es el problema? ¿No lo encuentras?
-Está bien protegido. Consigo acercarme a ese campo de unos doscientos metros que lo rodea, pero nunca traspasarlo. Aunque esté convencido de que camino en línea recta, pronto descubro que no he hecho más que trazar círculos. No puedo entrar, y sea lo que sea lo que hay dentro, no puede salir. Todos los mitagos están ligados al lugar de su génesis, aunque el Brezo y Guiwenneth podían llegar hasta los límites del bosque, incluso a la alberca.
¡Eso no era cierto! Yo había pasado una noche de miedo que lo demostraba.
-Uno de los mitagos salió del bosque -le dije-. Un hombre alto, con el perro más grande e increíble que puedas imaginar. Llegó hasta el patio y se comió una pata de cerdo.
-¿Un mitago? ¿Estás seguro? -preguntó asombrado.
-Bueno, la verdad..., no. Hasta ahora, no tenía ni idea sobre qué era. Pero apestaba, iba muy sucio y, obviamente, había vivido en el bosque durante meses. También hablaba un idioma extraño, llevaba arco y flechas...
-E iba con un perro de caza. Sí, claro. Es una imagen de la Edad del Bronce tardía, o quizá de la primera Edad del Hierro, muy extendida. Los irlandeses lo han asimilado a su propio Cuchulainn, le convirtieron en un gran héroe. Pero es una de las imágenes míticas más poderosas, reconocible en toda Europa. -Christian frunció el ceño-. No lo entiendo..., yo le vi hace un año, y le esquivé, pero se estaba desvaneciendo, muy de prisa, deteriorándose... Tras una temporada, les sucede a todos. Algo debe de haber alimentado al mitago, algo le ha fortalecido...
-Alguien, Chris.
-Pero ¿quién? -De repente, se le abrieron los ojos-. Dios mío. Yo. De mi propia mente. El viejo tardó años, y yo creí que a mí me costaría mucho más, más meses en el bosque, un mayor aislamiento. Pero todo ha comenzado de nuevo, mi propia interacción con el vórtice...
Se había puesto muy pálido. Caminó hacia su cayado, apoyándose en la pared, lo recogió y lo sopesó con ambas manos. Lo miró y tocó sus marcas.
-Ya sabes lo que significa eso -dijo con voz serena. Siguió antes de que yo pudiera responder-. Ella se formará. Ella volverá. Mi Guiwenneth. Quizá ya haya vuelto.
-No te vayas tan pronto, Chris. Espera un poco. Descansa.
Volvió a apoyar el cayado contra la pared.
-No me atrevo. Si se ha formado ya, está en peligro. Tengo que ir en su busca. Me miró y compuso una leve sonrisa, casi apologética.
-Lo siento, hermano. No te he dado lo que se dice una buena bienvenida.
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